Ayer dejé de lado por un tiempo el libro sobre Análisis Transacional. Para empezar un libro que hacía tiempo que tenía ganas de empezar. «Las coincidencias necesarias» De Jean François Vézina. Es un libro que explora la teoría de Jung acerca de «La sincronicidad» y la vincula con algunas ideas de la física cuántica, y la teoría del caos. No he avanzado mucho con el libro aún, pero la idea que propone me parece interesante. (Sé que algunos os estaréis riendo a carcajadas de que de golpe empiecen a intrigarme las ideas de uno de los grandes padres del psicoanálisis. Haré como que no os oigo 🙂 )

La sincronicidad es un concepto que Jung desarrolló a raíz de sus conversaciones con Wolfang Pauli, de ahí la relación de la idea con un cambio de paradigma en la física moderna (cambio de paradigma que lógicamente no entiendo porque me falta la formación de base necesaria, pero que me intriga porque conceptualmente está muy relacionado con ideas propias de la psicología profunda, y roza las fronteras de lo metafísico)

Se puede definir la sincronicidad como la concurrencia en el tiempo de dos fenómenos que sin relación causal alguna hacen referencia a un sólo significado. Llevado a un terreno práctico: sincronicidad, es cuando piensas en esa persona que hace tiempo que no ves y de golpe está ahí, al volver la esquina (¿no os sorprende la cantidad de veces que pasa eso?) es visitar una ciudad con cien mil habitantes, y preguntarle por una dirección a los parientes de un amigo a los que no conoces aún, y encontrarás esa misma noche. La vida está llena de serendipias, (el nombre viene de «serendipity» del mito de los príncipes de Serendip – Sri Lanka – que solucionaban siempre los problemas de una forma aparentemente causal) Los encuentros que nos transforman son serendipias. La gente cuyo paso por nuestra vida tiene un significado profundo, (da igual que sea una conversación de 5 minutos o una relación de 5 años, un profesor o un amigo) las personas (incluso los libros que leemos) cuyo encuentro es sincrónico con una necesidad no expresada de nuestra psique, y que mediante esa sincronía necesaria despiertan en nosotros reacciones en cadena que terminan por transformarnos como personas. Vosotros sois algunas de mis sincronías favoritas 🙂

Tradicionalmente, han existido dos concepciones del mundo. La concepción teleológica o finalista, o sea «Dios (sea lo que sea eso) tiene un plan para todos» y la concepción mecanicista, que sería decir que el universo son un conjunto de piezas interconectadas por una relación causal que funcionan como el mecanismo de un reloj. Jung propondría una alternativa con la idea de la sincronicidad, la alternativa es la acasualidad, o sea que el vínculo entre dos eventos no sea una relación causal sino una relación significativa. Si leéis esto con espíritu crítico (sé que lo haréis), me diréis que la «acausalidad» es un concepto vacío dado que mientras que la causa siempre es un fenómeno previo, la significación es una elaboración a posteriori y además es subjetiva. Allí es donde se encuentra la relación con postulados como la teoría del caos, si ésta permite deducir el orden subyacente que ocultan fenómenos aparentemente aleatorios, entonces podemos entender un fundamento causal (que no casual) para las cosas a las que somos capaces de otorgar significado sólo a través de la intuición. La idea de la física cuántica de entrelazamiento de partículas, según la cual medir el estado de una partícula, puede afectar el estado de otra ¡aunque una esté en Australia y la otra en Marte!! (que alguién me lo explique, por favor) tiene relación con este fenómeno y con una idea del universo más sistémica que mecanicista.

Sin meterme en berenjenales fuera de mi capacidad de entendimiento. Jung, consideraba que la sincronicidad era una proyección del inconsciente en el mundo físico. En cierta manera, la sincronicidad era una prueba de lo que él denominaba el inconsciente colectivo. Uno puede imaginarse la idea del inconsciente jungiano plasmándose en un mundo físico, como un dios sin dios, un universo panteísta, donde la aletoriedad aparente de los fenómenos, esconde patrones sutiles. (Algo así como las figuras geométricas implícitas de un fractal) La mente y la materia se dan la mano en la idea del Unus Mundus.

Un ejemplo tonto de sincronía, el título del blog «Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande», lo puso Brian, es de la película «Los Amantes del Círculo Polar» y es de mucho antes de que a mí empezaran a interesarme las casualidades que nos cambian la vida.